Es indudable que cuando surgió la primera pareja de humanos se unieron dos mundos y surgió uno nuevo, el cual estaba formado por dos individualidades. En ese momento, esas dos personas comenzaron a compartir intereses y afinidades. Con el andar del tiempo se hicieron muy cercanos, casi deben de haber adivinado las necesidades el uno de la otra, y desarrollaron una relación más íntima. Conforme la sociedad evolucionó, las parejas formaron vínculos no sólo físicos, sino también espirituales, y alrededor de la pareja se creó un entorno que alentaba su reproducción. En los documentos más antiguos de la civilización humana se encuentran descritos a grandes rasgos los primeros indicios del noviazgo y de la unión definitiva de dos seres de sexo contrario, o mejor dicho, complementario.